martes, 18 de marzo de 2025

"Ecos de San Isidro: La Vida en los Años 20"


En los tranquilos años 20 del siglo pasado, en el caserío de San Isidro, en Granadilla de Abona, la vida transcurría al ritmo de la tierra y los animales. La imagen que hoy evocamos muestra un día cualquiera en aquella época, donde el polvo del camino se mezclaba con el sonido de los hierros de las cabras que pastaban libremente.
Don Miguel, un cabreo de rostro curtido por el sol, caminaba con paso firme junto a su hijo pequeño, Pedro, de apenas ocho años. Ambos guiaban una pequeña manada de cabras hacia los pastos cercanos, donde la hierba escasa pero suficiente prometía un buen día. La casita de piedra con su tejado de tejas, humilde pero sólida, era el hogar de la familia de Don Miguel, un refugio contra los vientos que a veces barrían las llanuras.
Esa mañana, el aire era fresco, y las montañas al fondo parecían difuminarse bajo una ligera neblina. A lo largo del camino, una señal improvisada marcaba el sendero hacia el pueblo, un recordatorio silencioso de la vida sencilla pero laboriosa de la comunidad. Pedro, con su curiosidad infantil, jugaba a imitar a su padre, agitando un palo como si fuera un bastón de mando, mientras las cabras, algunas con baifos, seguían el ritmo sin prisa.
De pronto, un sonido lejano rompió la calma: el traqueteo de un carro que se aproximaba. Era Doña Carmen, la vecina, que regresaba del mercado con una cesta llena de productos. Se detuvo a saludar, intercambiando unas palabras sobre el tiempo y las cosechas, mientras las cabras se dispersaban un poco, olisqueando el suelo. La escena era un retrato vivo de la armonía entre los habitantes y su entorno, un momento congelado en el tiempo que reflejaba la esencia de San Isidro en aquellos años dorados de trabajo y comunidad.

HISTORIA FICTICIA