domingo, 16 de marzo de 2025

La sombra del pasado: Una tarde en Guía de Isora, 1939



En una estrecha calle empedrada de Guía de Isora, el sol de la tarde proyecta largas sombras sobre las paredes encaladas de las casas. El pueblo, enclavado en la isla de Tenerife, parece suspendido en el tiempo. Las casas, humildes pero robustas, muestran el desgaste de los años: paredes agrietadas, persianas de madera que cuelgan torcidas, y un aire de quietud que envuelve el lugar. Es 1939, y la Guerra Civil Española acaba de terminar. Aunque las Islas Canarias no fueron un frente de batalla directo, la guerra ha dejado su huella en cada rincón del archipiélago: escasez de alimentos, miedo al régimen franquista que ahora controla el país, y un silencio que pesa más que las palabras.
En la fotografía, vemos a varias figuras caminando por la calle. Entre ellas, dos hombres avanzan juntos, con sombreros calados y abrigos oscuros que los protegen del fresco de la tarde. Uno de ellos, el más alto, es Juan Morales, un agricultor de 42 años que ha pasado toda su vida trabajando los campos de plátanos y viñedos que rodean el pueblo. A su lado camina su hermano menor, Pedro, que ha regresado hace apenas unas semanas tras ser movilizado durante la guerra. Pedro no habla mucho desde que volvió; sus ojos están apagados, y Juan sabe que las cosas que vio en el continente lo han cambiado para siempre.
Más adelante, un grupo de tres personas camina en la misma dirección. Son María, su esposo Antonio, y su hijo pequeño, Miguel, de apenas 8 años. María lleva un vestido sencillo y un pañuelo en la cabeza, como es costumbre entre las mujeres del pueblo. Antonio, un pescador que ha tenido que dejar el mar por la falta de combustible para los barcos, ahora trabaja en lo que puede: arreglando redes, ayudando en las fincas o cargando sacos en el pequeño puerto de Playa San Juan. Miguel, ajeno a las preocupaciones de sus padres, juega con una piedra mientras camina, pateándola por el suelo empedrado.
La calle que recorren lleva hacia la plaza del pueblo, donde esa tarde se celebra una pequeña reunión. No es una fiesta, porque en tiempos como estos no hay mucho que celebrar, pero el párroco ha organizado un encuentro para repartir algo de comida que ha llegado desde la capital: harina, un poco de aceite y algunas papas. La ayuda es escasa, pero suficiente para que las familias puedan preparar algo para los próximos días. En el aire flota una mezcla de esperanza y resignación. La guerra ha terminado, sí, pero la paz que ha llegado no es la que muchos soñaban. El nuevo régimen impone reglas estrictas, y el miedo a ser señalado como "rojo" o "desafecto" está presente en cada conversación susurrada.
Mientras caminan, María le susurra a Antonio: "¿Crees que habrá suficiente para todos?". Antonio, con el rostro endurecido por el sol y la preocupación, responde: "Si no lo hay, ya nos arreglaremos. Siempre lo hemos hecho". A su lado, Juan y Pedro escuchan en silencio. Juan piensa en sus hijos, que se han quedado en casa con su madre, y en cómo cada día es una lucha para poner un plato en la mesa. Pedro, por su parte, no puede dejar de mirar las paredes de las casas: algunas tienen marcas de balas, recuerdos de enfrentamientos entre vecinos que se dividieron durante la guerra. Aunque Guía de Isora no vio combates, las tensiones políticas llegaron hasta aquí, rompiendo amistades y familias.
Cuando llegan a la plaza, el ambiente es tranquilo pero tenso. El párroco, don Anselmo, reparte los alimentos con la ayuda de algunas mujeres del pueblo. Los niños corretean entre las piernas de los adultos, y por un momento, sus risas rompen el silencio. Pero los mayores saben que esta calma es frágil. En los meses siguientes, muchos tendrán que emigrar a América en busca de una vida mejor, dejando atrás el pueblo que los vio nacer.
La fotografía captura un instante de esta historia: una calle, unas personas, y un momento de transición entre un pasado doloroso y un futuro incierto. Guía de Isora, como tantos otros pueblos de España en 1939, es un lugar donde la vida sigue, a pesar de todo, con la resistencia silenciosa de quienes saben que, pase lo que pase, el sol volverá a salir mañana.
HISTORIA FICTICIA.